jueves, 4 de febrero de 2016

Cuerpo de Bruja, Cuerpo de Mujer.

Alholomesse: Robert Kraiza


Cuerpos hermosos en rituales hermosos.

Si os fijáis, en casi todas las páginas que hablan de espiritualidad femenina y el mundo de la mujer, se enfatiza en que la belleza está en todas.  Que toda mujer es bella y que debemos sacudirnos de encima las imposiciones que nos han inculcado desde niñas sobre cómo debemos ser físicamente para ser consideradas hermosas, y por ende, merecedoras de amor, respeto y admiración. Nos dicen que no debemos obsesionarnos con ser perfectas, porque ya lo somos y que el ideal de belleza impuesto no es accesible para la mayoría porque es irreal.


Hasta aquí muy bien, pero lo que me sorprende y entristece es que, la mayoría de las veces, las imágenes que acompañan estos textos u otros de diversa índole pero en relación con estos temas, nos muestran a brujas, hechiceras, chamanas, magas, mujeres libres, etc. delgadísimas, etéreas, lánguidas, esbeltas, jovenes… ejemplos perfectos del canon irreal que se está denunciando.

Colors of autumn: Igor Artyomenko

Puede que haya brujas así


Autor: Hua Hong

Y así… Pero la mayoría de las que yo conozco no son así.

¿Por qué? Si estamos tratando de escapar de esa trampa y de enseñar a otras a salir de ella, ¿Por qué continuamos exponiendo esos ideales tan perjudiciales? Si mi idea de la Diosa fuese una muchacha lánguida, muy delgada, frágil, que “come como un pajarito”… no podría creer en ella. No podría porque para mí, representa a un ser débil y sometido a la tiranía de su propio físico. Excluyo aquí a todas aquellas mujeres que son delgadas por que su naturaleza es así, delgadas pero sanas y fuertes porque es su constitución. De lo que hablo es de todas esas mujeres que pierden la mayor parte de su tiempo (y su salud) en intentar tener un cuerpo imposible porque no somos elfas, ni sílfides, ni hadas, ni ninguna clase de entidad elemental, metáforas de la naturaleza y compuestas de energía. Somos MUJERES, y nuestros cuerpos son el reflejo de la Madre Tierra en la que vivimos y de la que estamos hechas. Fuertes, cálidas, nutricias, protectoras. Estamos hechas para ser Madres, ya sea de hijos, obras, ideas, arte… Somos creadoras y sustentadoras. Y no podemos serlo si estamos débiles porque no ingerimos las calorías necesarias, o porque centramos todo nuestro potencial en contarlas para no sobrepasarnos. Además, es una lucha perdida de antemano en la mayoría de los casos, porque la mujer está programada biológicamente para almacenar grasa en previsión de embarazos y lactancias en épocas de carestía. Al luchar contra nosotras mismas le estamos enviando a nuestro cuerpo el mensaje de que todo lo que sabe sobre supervivencia humana está equivocado. Y el cuerpo, que es sabio y no nos cree, se rebela, porque por suerte sabe mejor que nosotras lo que nos conviene.

Mi idea de la Diosa es la de una mujer fuerte, ni esbelta ni obesa. En equilibrio. Sin una delgadez enfermiza que la inutilice ni una obesidad perjudicial para su salud. Con pechos amplios, vientre redondeado, muslos robustos y caderas anchas, plena. Y en su aspecto de Madre, embarazada, es toda ella redonda. Hermosa y llena de curvas provocadas por la grasa que guarda para alimentar con ella a su bebé mientras se forma en su interior y posteriormente durante la lactancia.

Querer luchar contra esto es luchar contra cientos de miles de años de evolución.

Yo he tenido la suerte, en cierta forma, de ser una mujer yo-yo. Muchas os identificaréis conmigo. He estado a ambos lados de la balanza. Mi peso ha oscilado en 20kg más o menos. He llegado a pesar 70kg y he llegado a pesar 45, con todas las etapas intermedias. Y mido 1.54cm, así que os podéis hacer una idea. Y he dicho bien, he tenido la suerte porque esto me ha permitido aprender muchísimo sobre mi misma, y sobre la gente que me rodea.
Lo primero que aprendí es que por mucho que mi cuerpo cambie, yo soy la misma persona. Mi esencia como mujer es la misma, mi personalidad, mis gustos, aficiones, intereses, pensamientos, mis sentimientos, afectos, anhelos y sueños son los mismos. Lo que me hace ser la persona única que soy sigue ahí. Intacta. Pero para el exterior… Desde el exterior ya no soy la misma. Ni se me ha mirado igual, ni me han tratado igual, ni me han “respetado” igual. La percepción que la gente (sobre todo hombres) tenía de mí cambiaba muchísimo según fuese mi aspecto exterior. Y he de reconocer que tuve la gran, pero gran, suerte de pensar que eran los demás los que estaban equivocados. No yo. Soy yo quien mejor me conoce, quien sabe cómo soy realmente. Si yo me quiero, pese lo que pese, y me considero una mujer interesante, inteligente y  maravillosa sea cual sea mi aspecto, son los demás quienes están completamente equivocados. Así que dejé de darle importancia a lo que los demás pensaran de mí. Aunque al principio no fue fácil, fui una niña muy delgada hasta la pubertad, cuando llegaron los kilos y los primeros insultos. A los 17 adelgacé, y todos los que antes me habían rechazado e insultado ahora me buscaban. Mi reacción fue de furia y desprecio por todos ellos. Poco a poco fui aceptando y comprendiendo, y lo que sentía por toda esta gente se convirtió en compasión. Porque mientras yo me iba conociendo y analizando (a mí y a ellos), ellos continuaban perdidos. Ellos no veían más allá de un físico mientras yo veía todo un mundo de posibilidades y maravillas. 

Sé que no soy una rubia tonta, con la cabeza vacía y objeto sexual cuando estoy delgada, y tampoco soy una gorda molesta, o invisible. Son los demás quienes pierden mucho al juzgarme de acuerdo a sus propios prejuicios. Me pierden a mí.

Y os pierden a todas vosotras, todas aquellas que no encajáis en el estereotipo de belleza impuesto. Pierden a grandes mujeres, sabias, cariñosas, muy capaces y válidas.

Una Wooddruff

Las brujas que yo conozco son así, mujeres aparentemente normales, con toda la magia del mundo en su mirada. Maduras. 



Elder
Matthew Stewart
Ancianas



The Witch
Nana “Sturmtochter”


Bellas y seguras de sí mismas.

Sé que seguiré siendo una mujer yo-yo. En las malas épocas de mi vida adelgazo, en las buenas engordo. Soy muy sensual. Me gusta todo lo que estimule mis sentidos, y la comida estimula el gusto. Me gusta comer. Disfruto comiendo. Como disfruto con la música, con perfumes, con el tacto de cosas suaves, caricias, abrazos, el viento en mi piel, el agua fresca en un día de verano, observando la belleza, el arte, amaneceres, crepúsculos, bosques en otoño… Soy sensual y siempre lo seré. Y si me sobran unos kilos no pasa nada, como vehículo físico de mi alma que es, cuidaré mi cuerpo para que mantenga un equilibrio razonable, ya que no estoy haciendo apología de la obesidad y llegará un momento en el que me sobrarán menos. Pero seguiré siendo yo.
Y eso es lo importante.

Espero que poco a poco cada vez sean más las mujeres que escapen de la esclavitud de la perfección física y nuestros artículos y publicaciones estén acompañados de la imagen de mujeres de toda clase, delgadas, gordas, atléticas, fuertes, redondas, angulosas, porque todas somos maravillosas y todas somos la encarnación de la Diosa. Todas, ya somos perfectas.

Tú que me lees, eres perfecta.


Cory Loftis

Hermosas, redondas y bellas, así somos las Brujas.











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