El origen de las velas no es conocido, pero hay pruebas de haber sido utilizadas en Egipto y en Creta, con registros que datan de 3000 años a.C, aunque se dice que las primeras velas fueron desarrolladas por los antiguos Egipcios, quienes usaban "Velas de Junco" o antorchas empapando los carrizos de sebo fundido, sin embargo, los romanos fueron los que mejoraron las velas utilizando pabilo, de esa manera auxiliaban a los viajeros en la oscuridad, y proveían de luz a los hogares y sitios de culto. Al igual que los Egipcios, los romanos utilizaban el sebo de ovejas y vacas como principal ingrediente. Parece ser que la vela se adoptó relativamente tarde para la iluminación casera. La más antigua descripción aparece en escritos romanos del siglo I d.C., y este nuevo invento se consideraba una obra de arte. Hechas de sebo, un extracto sólido casi incoloro e insípido de grasa animal o vegetal, las velas eran también comestibles, y abundan los relatos acerca de soldados que, acosados por el hambre, devoraron sin titubear sus raciones de velas. Siglos más tarde, los guardianes de faros británicos, aislados durante períodos de varios meses, hicieron de la ingestión de velas una práctica profesional reconocida. A fines del Siglo XVIII, gracias al auge de la casa de ballenas, las velas comenzaron a hacerse con la esperma de las ballenas, el cual lo obtenían de la cabeza del animal. Tuvo gran éxito ya que las velas que se fabricaban con este material, no tenían olor desagradable, al prenderse, además de que no se reblandecían o deformaban con el calor del verano.
Las primeras velas y cirios se elaboraron con sebo, grasa animal que desprendía un humo negro poco atractivo; luego este ingrediente fue reemplazado por la cera de abeja, un elemento de costo elevado que sólo podía ser adquirido por los clérigos y las ricas minorías. La Iglesia católica ya había adoptado el lujo de los cirios de cera, y la gente muy rica los empleaba para las grandes ocasiones. Datos referentes a una de las grandes mansiones británicas muestran que, durante el invierno de 1765, sus habitantes consumieron más de cien libras de velas de cera en un mes. En el siglo siguiente, las velas de lujo serían la de cera blanquísima y reluciente, la dura y amarilla de sebo vegetal, procedente de China, y la vela verde, perfumada con laurel, utilizada en la costa nordeste de Norteamérica. Hacia 1850 durante el proceso de refinación del petróleo, se descubrió una cera de color blanco-azuloso que ardía limpiamente y no emitía olor desagradable, se le llamó cera-parafina, que pronto sustituyó a los materiales que en ese entonces se utilizaban en la fabricación de las velas.
En la época colonial, se utilizó la cera que se obtenía hirviendo las bayas de árbol de la cera, si bien ardía limpiamente, el proceso de obtención era demasiado tedioso, por lo que su popularidad disminuyó. A mediados del Siglo XIX, el desarrollo de la estearina como compuesto químico, originalmente producido a partir de la grasa (Mineral) refinada que produjo grandes cambios en la técnica de hacer velas; se extendieron los tiempos de mayor duración, dureza y los colores se tornaron más opacos y de buen olor. Fue en este Siglo, cuando se comienzan a fabricar las velas en máquinas de producción contínua.
Incluso las velas de sebo más caras exigían que, cada media hora, se despabilara el extremo carbonizado de la mecha o pabilo, sin extinguir la llama. Una vela que no se sometiera a esta operación, no sólo difundía una pequeña parte de su capacidad, sino que la llama, al arder muy baja, derretía rápidamente el sebo restante. De hecho, en una vela que se dejara arder por sí sola, sólo se consumía el 5 por ciento del sebo, y el resto quedaba sin aprovechar. Sin que alguien las despabilara, ocho velas de sebo, con un peso de una libra, se consumían en media hora. Un castillo en el que ardieran cientos de velas de sebo por semana, requería un equipo de sirvientes encargados de despabilarlas. Hasta el siglo XVII hubo compañías teatrales que contaban con un muchacho al que se confiaba esta tarea. Ducho en este arte, entraba de vez en cuando en escena, en ocasiones coincidiendo con un momento de tensión dramática, para recortar los pabilos carbonizados de las velas humeantes. Aunque su entrada solía ser ignorada, si remataba con éxito la operación con todas las velas, el público le dedicaba un aplauso. Esta difícil tarea ya no tuvo objeto a partir de finales del siglo XVII, cuando se propagó el uso de las velas de cera de abeja, que se evaporan parcialmente. La cera era tres veces más cara que el sebo, pero las velas fabricadas con ella ardían con una llama más viva.
La Iglesia Católica estableció el uso de velas santas consagradas en los rituales de bendiciones y para la absolución de los pecados, así como para realizar los exorcismos de los demonios.Los pueblos antiguos observaron que las llamas de velas generaban revelaciones a los iniciados, conduciéndolos al mirarlas fijamente alcanzando así un estado alterado de conciencia, que le permitía contactar con los seres elementales o divinos.
Así como llamar a los espíritus o proyectarse al futuro, los egipcios utilizaban las velas en un ritual mágico para inducir al "sueño verdadero", y encontrar en él respuesta o el significado de los sueños.
Dicho ritual consistía en que un individuo se retiraba a una cueva oscura orientada hacia el sur, se sentaba y miraba fijamente la llama hasta que visualizara a su dios, para a continuación, dormirse para poder comunicarse con él sus sueños, obteniendo así las respuestas que buscaba. Por el 4 º siglo, tanto las velas como las lámparas pasaron a formar parte de los rituales cristianos, pero no fue hasta la última parte de la Edad Media, desde el siglo XII, en que se colocaron velas en los altares de las iglesias. En la actualidad, las velas se encienden para crear un clima especial que según la ocasión, puede ser confortable, cálido, íntimo o romántico. Además constituyen un importante recurso decorativo muy usado durante las fiestas Navideñas y otras celebraciones especiales, en la que comenzamos a impregnarnos de esa energía que transmiten, porque sin duda, un ambiente iluminado por velas está rodeado de un halo mágico que misteriosamente consiguen hechizarnos.
El origen de las velas es tan antigüo como la civilización humana, su utilización milenaria siempre ha sido asociada a fines místicos. En las diferentes culturas han sido usadas como medio de comunicación con los dioses, teniendo el cuerpo de la vela (Cera) como cuerpo físico del ser humano, el pagilo se refiere a la mente y la llama al espíritu.
No importa que tendencia religiosa se practique, las velas siempre han estado presentes en Templos, Altares, Palacios, Hogares, etc. Son tan y variados los usos que podemos darles tanto que las velas también han sido usadas para efectuar rituales tales como protección del hogar, atracción del ser amado, prosperidad, abundancia, salud, entre otros.
Se ha dicho con frecuencia que cuando la llama de una vela es azul o sombría, hay un fantasma o espíritu en la casa o en las cercanías. En Alemania, una vela cuya llama se divida y parta, predice la muerte en la casa; una vela que suelte una chispa al aire, significa que pronto llegará una carta para aquél que esté sentado enfrente o más cerca de ella, había tres ocasiones principales en las que se encendían velas: En el nacimiento, para asegurar que los malos espíritus se mantuviesen alejados del recién nacido y en Roma esto ponía al niño bajo la protección personal de la diosa Vesta.
En el matrimonio, para impedir que "El mal de Ojo" arruinara el futuro de la pareja, mientras que las velas encendidas en la muerte, eran una salvaguardia, pues ningún demonio se atrevería entonces a robar el alma del fallecido.
Las subastas de velas eran muy comunes en los Siglos XVII y XVIII y se cree que aún existen algunas hoy en día. Se clavaba una aguja en una vela, a una pulgada bajo la mecha y la subasta continuaba hasta que caía la aguja, siendo la última oferta hecha antes de la caída de la aguja la que se aceptaba.
Contrariamente a lo que se diga, los ritos que se efectúan con velas son altamente efectivos, ya que al prender una vela se está abriendo una puerta a otra dimensión, a otro plano astral superior; es muy importante que cuando prendamos una vela sea con un cerillo de madera para que la magia sea completa y cuando la apaguemos sea con la punta de los dedos mojados o con una campanita para sofocar la flama. Nunca debe soplarse ya que de lo contrario la magia será nula.
Recuerde que las velas pueden tener aroma y color, y que cada color desprende una vibración diferente que es benéfica para diferentes fines.
En tiempos pasados antes de que el gas y la electricidad se convirtieran en el único medio de energía para el mundo, únicamente se utilizaban las velas que producían luz artificial.
Ahora, a pesar de que no son muy necesarias, nos gustan y las utilizamos para decorar o por algo muy especial que nos atrae de ellas; las velas tienen propiedades de cambiar el ambiente y crear una atmósfera hechizante y de gran belleza no sólo para decorar, también para hacer un buen regalo.
Antiguamente el hombre utilizó para alumbrarse palos y teas de madera con resina. La invención de las velas como tal se debe a los etruscos, que recibían en nombre de "cereus", "cereus fanalis" y "cebaceus". Todos estos nombres designaban a velas o cirios de cera, sebo o pez con mecha de fibras vegetales como papiro, junco o estopa.
A la luz de las velas se han escrito poemas, tratados científicos y filosóficos. Arañas gigantescas que una garrucha permitía bajar para encenderlas y apagarlas, colgaban de los techos de las iglesias y los castillos.
Las velas más elegantes y refinadas, hechas con cera de abejas, quemaban lentamente, emanando una fantástica fragancia de miel: las sencillas, hechas con grasa de animales, olían mal, pero también iluminaban.
En 1831 se halló la estearina mediante la purificación del sebo, que quema durante largo tiempo y sin desprender olor.
En 1850, elaborando los derivados del petróleo, se obtuvo la parafina, el producto básico en la fabricación moderna de las velas.
Pero era demasiado tarde… en 1811 ya se había descubierto el sistema para calentar y hacer luminoso un filamento mediante energía eléctrica.
A partir de 1879, Thomas Alva Edison, el inventor más fecundo de todas las épocas, inventó algunos artefactos indispensables en la actualidad, entre los que se cuentan la bombilla, el interruptor y el fonógrafo.
Los antiguos hicieron amplio uso de la cera para la preparación de medicamentos y, en las canteras navales, para impermeabilizar el maderamen destinado a la construcción de los cascos.
Las velas constituían el medio ordinario de iluminación en las casas y además se colocaban en las tumbas y los altares.
Con la cera se plasmaban figuras de hombres, animales y divinidades familiares, estatuillas votivas, muñecas y flores ratifícales.
Se escribía sobre tablillas de cera y se utilizaban trozos de cera coloreada, frecuentemente en rojo, como lápices para escribir. La cera se utilizó como material para realizar esculturas y bocetos (David de Miguel Ángel, Perseo de Cellini).
En la actualidad, velas, candeleros y candelabros completan la decoración y crean una atmósfera íntima y romántica, rica en nostalgia y encanto.
Velas envueltas en una hoja seca o sostenidas por sofisticados y elaboradísimos candelabros, farolitos de papel o lamparillas variopintas que flotan sumergidas en el agua contenida en cuencos de cristal… moldes para velas o flores secas para realizar deliciosas decoraciones, velas adornadas con esponjado, estarcido o découpage, esculpidas y modeladas, perfumadas con aceites y esencias… Se expresa a través de ellas, creatividad y rodean de ese calor y misterio que emana exclusivamente de las velas.
Hay algo que nos atrae en las velas y su luz. Las velas son manifestaciones del fuego y éste ha maravillado al hombre desde épocas primitivas.
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