Leyenda de Freya y Odur.
Freya, la diosa de cabellos dorados y ojos azules,
era también, en ocasiones, considerada como la personificación de la Tierra.
Como tal, se desposó con Odur, un símbolo del Sol veraniego, a quien ella amaba
mucho y con el que tuvo dos hijas, Hnoss y Gersemi. Estas doncellas eran tan
hermosas que todas las cosas bellas eran denominadas con sus nombres.
Mientras Odur permaneciera a su lado, Freya estaba
sonriente y era completamente feliz. Pero Odur era de espíritu inquieto y
cansado de la vida sedentaria, abandonó un día el hogar súbitamente y se dedicó
a vagar por el ancho mundo. Freya, triste y abandonada, lloró largamente,
cayendo sus lágrimas sobre las duras rocas, ablandándolas. Se dice que incluso
llegaron a introducirse en el mismo centro de las piedras, donde se
transformaron en oro. Algunas lágrimas cayeron al mar y fueron a transformadas
en ámbar.
Cansada de su condición de viuda y anhelando coger
a su marido en sus brazos una vez más, Freya emprendió finalmente su búsqueda,
atravesando muchas tierras, donde se la conoció por diferentes nombres, como
Mardel, Horn, Gefn, Syr, Skialf y Thrung, interrogando a todos los que se
encontraba en su paso, sobre si habían visto a su esposo y derramando tantas
lágrimas en todas partes que el oro se encuentra en todos los rincones de la
Tierra.
Muy lejos, en el soleado sur, Freya encontró
finalmente a Odur y, tras serle devuelto todo su amor, ella fue feliz de nuevo,
tan radiante como lo había sido de novia. Es quizá debido a que Freya encontró
a su esposo bajo un floreciente arrayán que las prometidas nórdicas, incluso
hoy día, visten el mirto en vez de la convencional corona de naranjas que se da
en otros climas.
Mano a mano, Odur y Freya emprendieron de nuevo el
camino a casa y a la luz de su felicidad, la hierba creció verde, las flores
brotaron y los pájaros cantaron, pues toda la naturaleza simpatizaba tan
enérgicamente con la alegría de Freya como se afligía con ella cuando se
encontraba triste.
Las más hermosas plantas y flores en el Norte eran
llamadas cabellos de Freya o rocío del ojo de Freya, mientras que la mariposa
era conocida como la gallina de Freya.
También se suponía que esta diosa sentía un afecto especial
por los hados, a los que gustaba observar danzar a la luz de la Luna, y a los
que reservaba sus más delicadas flores y su más dulce miel. Odur, el esposo de
Freya, además de ser considerado como una personificación del Sol, también era considerado
como un símbolo de la pasión, o de los embriagantes placeres del amor, por lo
que los antiguos declaraban que no era de extrañar que su esposa no pudiera ser
feliz sin él
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