Autora: Paola
Klug
Decía mi abuela
que cuando una mujer se sintiera triste lo mejor que podía hacer era trenzarse
el cabello; de esta manera el dolor quedaría atrapado entre los cabellos y no
podría llegar hasta el resto del cuerpo; había que tener cuidado de que la
tristeza no se metiera en los ojos pues los haría llover, tampoco era bueno
dejarla entrar en nuestros labios pues los obligaría a decir cosas que no eran
ciertas, que no se meta entre tus manos- me decía- porque puedes
tostar de más el café o dejar cruda la masa; y es que a la tristeza le gusta el
sabor amargo.
Cuando te
sientas triste niña, trénzate el cabello; atrapa el dolor en la madeja y déjalo
escapar cuando el viento del norte pegue con fuerza.
Nuestro cabello
es una red capaz de atraparlo todo, es fuerte como las raíces del ahuehuete y
suave como la espuma del atole. Que no te agarre desprevenida la melancolía mi
niña, aun si tienes el corazón roto o los huesos fríos por alguna ausencia. No
la dejes meterse en ti con tu cabello suelto, porque fluirá en cascada por los
canales que la luna ha trazado entre tu cuerpo.
Trenza tu
tristeza, decía, siempre trenza tu tristeza…
Y mañana que
despiertes con el canto del gorrión la encontrarás pálida y desvanecida entre
el telar de tu cabello.
Trenza tu
tristeza, decía, siempre trenza tu tristeza…
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