Un día el hijo le dijo:
-¡Padre, qué desgracia! Se nos ha ido el caballo.
*¿Por qué le llamas desgracia?
-¡Padre, qué desgracia! Se nos ha ido el caballo.
*¿Por qué le llamas desgracia?
Respondió el padre.
Veremos lo que trae el tiempo...
A los pocos días el caballo regresó, acompañado de otro caballo.
-¡Padre, qué suerte!
Veremos lo que trae el tiempo...
A los pocos días el caballo regresó, acompañado de otro caballo.
-¡Padre, qué suerte!
exclamó esta vez el muchacho.
Nuestro caballo ha traído otro caballo.
*Por qué le llamas suerte?
Nuestro caballo ha traído otro caballo.
*Por qué le llamas suerte?
Repuso el padre.
Veamos qué nos trae el tiempo.
En unos cuantos días más, el muchacho quiso montar el caballo nuevo, y éste,
Veamos qué nos trae el tiempo.
En unos cuantos días más, el muchacho quiso montar el caballo nuevo, y éste,
no acostumbrado al jinete, se encabritó y lo arrojó al suelo.
El muchacho se quebró una pierna.
-¡Padre, qué desgracia!
El muchacho se quebró una pierna.
-¡Padre, qué desgracia!
Exclamó ahora el muchacho.
¡Me he quebrado la pierna!
*Y el padre, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció:
¿Por qué le llamas desgracia?
Veamos lo que trae el tiempo!
El muchacho no se convencía de la respuesta sino que gimoteaba en su cama.
Pocos días después pasaron por la aldea los enviados del rey, buscando jóvenes para llevárselos a la guerra.
¡Me he quebrado la pierna!
*Y el padre, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció:
¿Por qué le llamas desgracia?
Veamos lo que trae el tiempo!
El muchacho no se convencía de la respuesta sino que gimoteaba en su cama.
Pocos días después pasaron por la aldea los enviados del rey, buscando jóvenes para llevárselos a la guerra.
Vinieron a la casa del anciano y lo vieron viejo, y le dijeron que el así no les servia. Entraron a la casa pero como vieron al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de largo.
El joven comprendió entonces que nunca hay que dar ni la desgracia ni la fortuna como absolutas, sino que siempre hay que darle tiempo al tiempo, para ver si algo es malo o bueno, y agradeció a Dios y a su padre por la lección que había aprendido.
La moraleja de este antiguo consejo chino es que...
Lo mejor es esperar siempre el día de mañana, pero sobre todo confiar en DIOS, sin importar nuestra edad o condición él jamás nos suelta de su mano, porque todo sucede con un propósito positivo para nuestras vidas.....
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