Cuando se conoció la relación de
este proceso de aprendizaje de las vidas del hombre en la tierra, con el
movimiento del planeta y el sistema solar a través de las constelaciones
rigieron sus planes por las estrellas estructuraron un método para revelar
información sobre Dios, el Universo y el proceso de perfeccionamiento durante
miles de años, la forma para dar vida y para que existe.
Establecieron unas faces para
revelar información sobre Dios y su pueblo, unas etapas que cambiaron con las
eras del zodiacales, épocas dedicadas a ver como Dios creó al Universo y luego
la conciencia del hombre, cada fase de la revelación estuvo dirigida por un
centro religioso, que se construyo a lo largo de la columna vertebral de
Egipto, el “Río NILO”, actuaron como los chacras o centro de transformación y
distribución de energía e información al cuerpo del país.
Desarrollaron en cuatro épocas,
cuatro centros religiosos cada uno a explicar y lograr comprensión en el pueblo
sobre una fase del Génesis, cada uno dedicado a un momento distinto del único
Dios con nombres y formas simbólicas
distintas.
Es muy probable que Albert Slosman acabe siendo reconocido como uno de los más grandes Egiptólogos de todos los tiempos, aunque hasta 1972, año en que pasó cuatro meses en Egipto, no se dio cuenta, de que se le habían abierto unos horizontes absolutamente fantásticos sobre la antigüedad Egipcia.
Cuando el ejército del sur, al mando del general Desaix, iba en persecución del
ejército Mameluco, tanto hombres como animales estaban agotados y el general
ordenó un alto para descansar en las arenas del desierto y descargar los
camellos.
Bajo el peso de una caja de municiones se abrió un hueco en el suelo y
ésta se hundió en él. Los soldados se asomaron por el agujero y descubrieron
que la caja había caído dentro de una sala casi llena de arena, a la que no
tardaron en bajar.
El ejército iba acompañado por una veintena de sabios que entraron tras
los soldados y se encontraron con que el techo de aquella cámara era un
maravilloso mapa celeste. Acababan de descubrir en el fastuoso templo de
Déndera, medio enterrado entre las arenas, su asombroso Zodiaco.
El primer dibujo que se hizo de él, para enviárselo a Napoleón, que
estaba en El Cairo, lo realizó el vizconde Deno, que pasó bastantes días y
noches en difíciles condiciones de comodidad y de iluminación para
reproducirlo. El resultado, no obstante, fue espléndido, casi fotográfico. Más
de veinte años después, en 1822, llegaba el planisferio al Museo Imperial de
París (Futuro Museo del Louvre) desatando encendidas polémicas entre los
sabios.
EL ZODIACO DE DÉNDERA, UNA LOSA DE 60 TONELADAS
Las dimensiones originales de la losa
en la que se había esculpido el Zodíaco eran de 3,60 metros de largo Por 2,40
de ancho y un grosor de 90 centímetros, lo que significaba un peso entre 55 y
60 toneladas. Para aligerar el peso, M. Lelorrain, el héroe encargado de
desmontarlo y transportarlo a Francia, decidió cortar dos series de líneas en
zigzag, que tenía la piedra en su parte más larga, con el fin de cuadrarla.
Con esto eliminó el jeroglífico que
representaba el gran cataclismo, ya que en la lectura de los jeroglíficos el
agua se representa con una línea quebrada; el
plural de las aguas son dos líneas; con tres la crecida del Nilo y el diluvio
con cinco líneas quebradas. Como el Zodíaco de Déndera está rodeado de ocho
líneas, nos encontramos con un Superdiluvio, de ahí la idea de llamarlo "El
gran cataclismo".
La campaña de Napoleón en Egipto, puso de moda en Europa todo lo Egipcio y la llegada de la losa esculpida con el Zodíaco produjo una profunda perturbación en las academias de sabios. Durante un periodo de diez años se publicaron 432 estudios entre San Petersburgo, Berlín, Londres y París, los cuales serían comentados en gran parte por Slosman en sus libros.
Hubo tres clanes de grandes
sabios en pugna constante. El clan de Cuvier y Monge afirmaba que los
relieves y las pinturas del templo eran Griegos y
que habían sido datados en el siglo II AC y en consecuencia, no tenían nada de
Egipcio. Eran bellas pinturas y nada más.
El equipo de Jean François
Champollion decía: "Ustedes no tienen todo en cuenta". Si
estas doce constelaciones están sobre
el Zodíaco en relación con Sirio, Orión y
los planetas, su emplazamiento se establece con referencia a las estaciones
Egipcias y no a las Griegas, es decir que la antigüedad hay que datarla en dos
mil años antes de Cristo y no en doscientos.
Un tercer clan, el de los astrónomos
de Charles Dupuis, replicaba:
"Todos ustedes están en un
error, porque todas las constelaciones están conducidas por la de Leo, que está
sobre una barca. En esa época el Sol estaba en la constelación de Leo, por
tanto, es el cielo de hace doce mil años, no dos mil ni doscientos".
En escena apareció un cuarto y
potente clan representado por el Arzobispo de París, que amenazó con
la excomunión a quienes mantuvieran tales tesis. No hay que olvidar que
esto tenía lugar en 1.820 y según la Iglesia (el Vaticano), la creación
del mundo había tenido lugar cuatro mil años antes de Cristo; Adán, el primer
hombre, había aparecido cinco mil años atrás y la Tierra no tenía una
antigüedad superior a seis mil años.
Así pues, hace sólo ciento setenta y
cinco anos que los sabios conocían que el mundo existía desde hacía más de seis
mil años pero no podían decirlo por el riesgo que corrían. La tradición estaba
establecida y nadie se atrevía a cuestionarla.
Hasta 1.956 la Comisión Bíblica
no solicitó un restablecimiento de la verdadera cronología de esta parte del
Antiguo Testamento. Sin embargo, en 1.995 todavía se siguen datando los
monumentos Egipcios en función de la decisión del Arzobispo de Paris, Monseñor
Affre.
El año actual corresponde, en cambio,
al 5.756 del calendario judío, que arranca, según una tradición, desde la
creación del mundo y según otra, de la salida de Abram (que después fue Abraham,
hijo de Thera, de Ur). Es curioso que Ur signifique Luz y que el
padre de Abraham se llamara como la isla que algunos han asociado a la
Atlántida o a una colonia Atlante.
Según afirma Slosman, es posible hablar de sus descubrimientos sobre Déndera
porque se dispone de escritos desde cuatro mil, hasta mil años antes de
Cristo, en los que se habla de Déndera y sus reconstrucciones, así como lo que
entre los años 1.840 y 1.870 opinaron Mariette, Máspero,
etcétera. Su mérito ha sido ratificar sus descubrimientos e ir más lejos.
El templo de Déndera, es el templo de
la Dama del Cielo y todos los fundamentos de la Astronomía y de la
Astrología parten de allí, y así fue a lo largo de sus reconstrucciones, ya que
la que actualmente contemplamos es la sexta reconstrucción sobre los únicos
cimientos originales, que se remontan a los arquitectos Sucesores de Horus,
que fueron los primeros supervivientes llegados a las orillas del Nilo, tras el
cataclismo Atlante.
Existe un papiro del escriba del
faraón Keops a quien se atribuye la construcción de la Gran
Pirámide (aunque probablemente sea muy anterior) que se conserva en el Museo
de El Cairo, en el que se precisa que, por orden de Khufu (Keops),
el Templo de la Dama del Cielo de Déndera será reconstruido por tercera
vez, sobre el mismo emplazamiento y según los planos establecidos por los
sucesores de Horus, sobre pieles de gacela y salvaguardados en los
archivos del Rey.